domingo, 4 de mayo de 2008

ELVIENTO Y LOS ALAMOS


Cansado de vagar por este odiado mundo y lleno de culpabilidad, abro las ventanas cubiertas de hiedra, hinchadas por la humedad, empujándolas con un sonoro golpe se abrieron de par en par, dando paso a una brisa por delante de mis ojos, que no me deja ver la claridad del mundo exterior.

Las abro en busca de falsas esperanzas que me traigan lo que ya no necesito, como quien ya no tiene nada más que hacer, distraído y ausente, presto a recibir la vida entera, aunque lo poco que pida emocionado sea que me suene el aire que mece los altos álamos del exterior.

Soñar es todo y hoy soñaré, como al principio, con la dulzura de cuando era un niño, lo que yo quisiera, es hacerte reír y suspirar, siempre tendrás de mi eterna soledad, a la que habrá que engañar con una maraña de hechos, envolviendo la cinta en los ojos, y dando varias vueltas para desorientarme, mujer cobarde y ciega, no me encuentres.

Y perdido en lo escuro y triste de un sueño, la inquietud de la noche sigue colando la brisa por mis ventanas abiertas para llevarme, sin perjuicio ni juramento de amor encendido que quizás traigan después el sabor de la hiel; pero yo abrí mi casa, rompí la hiedra, recibí a la brisa bienvenida, y ahora, triste de mí, no puedo más que dejarme llevar.

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